

Torrencial Valdivia 2017
Fecha: Sábado 24 de junio 2017
Lugar: Valdivia
País: Chile
Distancia: 25K+20K
D+: 2.080
Todo comenzó tras correr Torrencial Valdivia en 2016, con las ganas de volver a visitar la selva valdiviana y participar en otra distancia mayor a los 21K. Dicho y hecho, la organización presenta unas nuevas rutas, entre la que aparece Travesía 45K dividida en dos jornadas, 25K y 20K. Acepto el reto de correr dos días seguidos, algo nuevo que nunca he realizado.
Con todo listo, el equipo STGOMRCO participará con 8 componentes listos para divertirse, en las distancias de 18, 24, 45, Travesía 45 y 63K cada uno con su propio reto personal, entusiasmados y con ganas de disfrutar y compartir días y vivencias.
Travesía día 1 (25K):
Durante semanas, no ha cesado de llover en Valdivia y nos llegan fotos del cerro Oncol con nieve, cosa que me hace pensar que este año sí seré dura carrera. Nos informan de fuertes lluvias, viento y mucho barro.
Encajonado, vienen los nervios, la concentración y la revisión del trayecto en mi mente que previamente estudié como lo hago siempre. Suena AC/DC y comienza la carrera con viento, pero sin llover. No hay tregua y comenzamos con varios kilómetros de subida, el grupo de alarga y cada uno toma su ritmo. A lo lejos veo tres rápidos corredores que pronto pierdo de vista, van muy rápidos, no tengo que entrar en esa pelea, decido ajustar mis pasos y respiración. Justo al llegar al primer PAS, comienza la lluvia torrencial, hora de usar el impermeable guardado en la mochila, de saludar a los voluntarios y decirles «comienza el juego», jaja, carcajadas se escuchan.
De aquí en adelante queda luchar contra la selva cerrada, embarrada, mojada, llena de ramas, la cuesta más dura del día dice presente y ten cuidado. Cruzo dos ríos con agua por debajo de la rodilla, me da frío, tengo que seguir y no enfriarme. Siguen las cuestas y descensos técnicos, llegan humedales y de nuevo las zapatillas mojadas. Se acerca la última cuesta del día, con viento y con la lluvia incesante, me entra frío en todo el cuerpo, la transpiración, con el agua, la ropa técnica ha llegado a su tope de aguante de impermeabilidad y transpirabilidad. Oigo voces, veo un PAS, Casa Manns me esperaba con un mucho alimento, sopa y olor y el calor de leña. Casi tres horas bajo la lluvia han dejado marca en mi cuerpo. Hora de calentarse y compartir con los corredores sobre la etapa. Una barcaza nos espera para llevarnos de nuevo a Valdivia, llena de más comida y bebida.
Me recuesto en una silla y me quedo dormido.
Travesía día 2 (20K):
La barcaza nos lleva de nuevo por el río hasta Casa Manns donde rápidamente se da la largada. Una lluvia fina y constante nos da los buenos días, con la ropa seca y si el tiempo aguanta así, hoy no pasaré frío. 12 kilómetros de subida continua me esperan, creo que será una jornada rápida, pero todo depende del barro que encontremos. El camino es ancho, entro en calor, tomo ritmo y no ceso de correr a buen ritmo y pasos cortos, mis piernas entran en calor y mi corazón bombea oxígeno con fuerza, mis piernas están cansadas de ayer, pero me dicen que aguantan y que me van a acompañar. Corro solo, no veo a nadie, esto me hace distraerme con el paisaje, pensar en cualquier cosa para no bajar el ritmo. Al rato tras de mi viene un corredor joven a quien espero, se llama Adolfo y decidimos ir juntos, hablar del recorrido, de nuestras vidas y sin darnos cuenta pasan los kilómetros y llegamos a la parte más alta, el cerro Oncol, tras pasar varios minutos por una selva mojada, llena troncos, copihues del tamaño de un puño, parece una carrera de obstáculos. Hora de bajar hasta la meta, esto me gusta, me siento bien y animo a Adolfo a que no pare y siga mi ritmo, juntos se trabaja mejor y vamos rápidos.
Alcanzamos a un corredor que se encuentra mal, Ismael, quien ayer llegó delante mío se ha quedado sin agua, le doy una de mis botellas, a mí me queda suficiente en la otra y seguimos bajando como locos. Cuidado, hay dos vacas en el camino, «fuera vaca, fueraaaaaa», creo que me escucharon y me dejaron pasar.
Veo la meta, es la parte más dura, el descenso es pronunciado y está resbaladizo, donde el pasado año lo pasé muy mal, oigo música, la gente anima, aumento mi ritmo hasta más no poder. El animador Cristian, dice mi nombre, veo una cinta ancha en la meta, la cruzo, me dan la bienvenida, respiro, me agacho, sonrió, no puedo más, estoy roto del esfuerzo. Saludos y abrazos gratificantes de la gente, que aun sin conocerles te dan la enhorabuena y me ayudan a reponerme.
Estoy feliz, veo a los demás llegar sanos y contentos, eso me alegra. Hora de compartir, comer, reponerse y pensar en lo vivido, de revisar lo realizado y analizar lo bueno y lo malo a fin de mejorar a futuro. El trabajo anterior ha merecido la pena.
Me llaman al podio, he quedado quinto de la general y segundo de mi categoría. Los premios en forma de material del auspiciador y la medalla, para mi es secundario, estos los olvidaré en unos días, la vivencia y los recuerdos perdurarán por siempre.
Sobre El Autor
Diego Hernández
Loco e inquieto, viajo por el mundo con la excusa de correr.