

Riaño Trail Run 2019
Fecha: 21 al 23 de junio de 2019
Lugar: Riaño
País: España
Distancia: 91K
D+: 6.922
Un día cualquiera, de esos en los que te pones a pensar a qué país viajar con la excusa de correr, veo unos videos en YouTube de Riaño Trail Run y quedo impactado por los parajes.
Decido que voy a volver a España dos años después a correr, viajar, estar con la familia, los amigos y ver nuevos lugares, que, aunque no está lejos de mi casa, nunca los he visitado.
Cita de los organizadores: “RIAÑO TRAIL RUN es una carrera de montaña por etapas que transcurre por senderos y caminos a través del Parque natural Fuentes Carrionas, Fuente Cobre-Montaña Palentina, Parque Nacional de Picos de Europa y el Parque Regional Montañas de Riaño y Mampodre – Montaña Leonesa”.
Riaño Trail Run, tiene dos opciones de inscripción, la carrera Riaño Open que forma parte de la Spain Ultra Cup y Riaño Camp. A esta última me apunto, una carrera por etapas que recorrerá las provincias de Palencia y León. 3 días, 3 carreras, una ilusión, 92 kilómetros y casi 7.000 metros de desnivel positivos y lo mismo en negativo. Se viene un terreno muy técnico y condiciones climatológicas cambiantes.
La RIAÑO TRAIL RUN consta de 3 etapas:
La Etapa 1 con una distancia de 29,9 km, tendrá su Salida a las 09:00 el viernes 21 de junio en la localidad de Valverde de la Sierra y Meta en la localidad de Boca de Huérgano.
Tiene una distancia de 29,9 km, un desnivel de 2.450 m+ y 2.684 m-
Tras la charla de ayer jueves en la que no paró de llover y que continuó durante toda la noche, la organización nos indica que acortarán 3 kilómetros para no subir el Espiguete, pues al ser de roca caliza es un tobogán, así que lo bordearemos. Tras dormir en la tienda de campaña y descansar, el día amanece nublado y algo ventoso, me parece que va a llover en la carrera. Tras un gran desayuno, el bus nos lleva al punto de partida en Valverde de la Sierra. “Depa” es el speaker del evento, poniendo la sintonía de la prueba y animando a todo el mundo, cosa que se agradece. Caras conocidas como el argentino Santos Gabriel Rueda, al que conozco desde hace unos años y con quien he coincidido en varias carreras. Para mí el gran favorito. “Hola tío”, me dice, jaja, es un chistoso. Nos damos un abrazo y le deseo todo lo mejor antes de partir.
Comienza la carrera, este primer día de calentamiento, que no es tal, pues el desnivel se va a notar y mucho. Hay que controlarse para no morir el primer día, pero no dormirse para pasar los duros tiempos de corte. No hay apenas unos metros has comenzar a subir y no parar de hacer por varios kilómetros. El terreno es técnico, con subidas y bajadas muy largas y algo de barro. Mis amigos Julito, Marta me acompañan estos días y me esperarán en un punto del recorrido para darme ánimos mientras pasean a su perra, sacan fotos y hacen lo que les gusta, subir montañas. Son grandes conocedores de esa zona y me indican como va a ser el terreno, las cosas más asequibles y las más duras. Tomo nota y lo guardo en mi mente.
El grupo se alarga y cada uno se sitúa en su ritmo de carrera. A mí me gusta correr en bajada y en llano, mientras que en subida voy más tranquilo, pero a un ritmo constante cual tractor, sin parar, hasta llegar a la cima. En esta subida, me encuentro con un corredor que parece no estar bien, se llama Giovanni, un isleño de las Canarias con quien correré hasta el final de la etapa. Me dice que no está bien, que está “jodido”, así que decido acompañarle bajar mi ritmo y tirar de el cuesta arriba. Veo que llegamos bien a los cortes, así que comenzamos a hablar y a conocernos, cosa que aprovecho para que desconecte de su cabeza que lo está pasando mal. Hablando hizo que no se diera cuenta del tiempo, superamos la subida y como premio el, tira de mi cuesta abajo. Era jugador de futbol y tiene mucha velocidad, mucha más que yo. Decide esperarme y vamos juntos haciéndonos relevos para no bajar de un ritmo en el que ambos vamos cómodos y rápido.
A lo lejos escucho la voz de Julito, ¡“por ahí llega Diego”, vamos, vamos! Quedan 10 kilómetros de pura bajada, vais muy bien y no ha pasado mucha gente. Verle a el y a Marta me alegra, me despeja la mente, sonreír, hacernos un par de fotos y seguir rumbo a la meta. Giovanni ya está bien, su cara es alegre bajando. Cruzamos la meta y nos damos un abrazo. Gracias Diego, me salvaste, estaba muerto. Con cosas como estas soy el más feliz. No me importa mi tiempo, mi posición, si alguien necesita ayuda se la doy sin problema. Miro mis pies y he roto mis zapatillas al correr por tantas piedras filosas, menos mal que traje otras.
Ya de vuelta en Riaño, en la cena se ven caras alegres, rostros cansados, gente que hace grupo y que se conocen de otras carreras. Se respira un grato ambiento en la carpa junto con una rica variedad de comida. Es hora de compartir en un bar, con una cervecita, solo una y esperar a que llegue Sanza, otro amigo que viene desde Zaragoza a pasar el fin de semana con nosotros, así que los demás días dormiré con ellos en una casa que han alquilado para estos tres días.
La Etapa 2 con una distancia de 38 km, tendrá su salida a las 9:00 el sábado 22 de junio en la localidad de Caín de Valdeón y Meta en la Ermita del Pontón.
Tiene una distancia de 38 km un desnivel de 3.081 m+ y 2.818 m-.
Noche tranquila, he descansado mucho y bien. Son las 6:30, mis amigos duermen mientras yo desayuno y me preparo para ir al bus en camino de esta segunda etapa, la más larga y con más desnivel de las tres. En Caín comienza la ruta del Cares, conocida por los amantes del trekking y sus bonitos recorridos y vistas que tanta fama tiene en España y Europa.
Se respira mucho ánimo y alegría en los corredores, con un día que será soleado, aunque seguro en la parte más alta correrá viento. Se ven los últimos restos de nieve a lo lejos con la cara norte de la cima, seguro que será un paisaje maravilloso. Se da la salida y a los pocos metros comenzamos a subir sin cesar y toca enfrentar el primer kilómetro vertical, esta etapa va a ser muy dura. Enseguida sale el sol y comienza la lucha no sólo con el terreno o con nuestro cuerpo, toca luchar contra la deshidratación y no dejar de beber agua. El recorrido cuenta con suficientes puntos de control y avituallamientos, pero yo soy precavido y salir con la bolsa de hidratación llena con sus casi dos litros. En ruta me vuelvo a encontrar con Giovanni y como vamos al mismo ritmo, seguiremos juntos hasta llegar a meta. Llega el punto más difícil, con otro kilómetro vertical para seguir castigando a nuestras piernas van a sufrir, la cabeza me pide bajar el ritmo y yo a ella la pido estar enfocada a cada paso, constante, bastoneando y visualizando el recorrido. ¡Por fin! Llego a la cima, hace bastante viento frío, es hora de ponerse el cortaviento, hacer unas fotos y comenzar el descenso. El terreno es muy, muy técnico, muchas piedras, grandes, pequeñas, inestables, algo de barro. Me tropiezo alguna vez, estoy torpe, con algo de miedo, pues nunca me he enfrentado a una bajada tan larga y técnica. Decido plegar los bastones y ponerlos en mi cinturón Lurbel Pro para poder usar las manos en el paso de rocas. Esto hace que baje más rápido y confiado, perdiendo el miedo, sintiéndome más ágil y despojando de malos pensamientos a mi mente. Llega la parte más llana donde están mis amigos de nuevo esperándome para darme ánimos. Unas risas, un video, unas fotos, un hasta luego y a seguir corriendo. Tras el descanso de la bajada llegan tramos resbaladizos y embarrados, de los cuales doy fe que metí la pierna hasta la rodilla y casi me dejo dentro la zapatilla. Al ocurrir esto y hacer fuerza, me da un calambre en el isquiotibial derecho lo que me hace bajar mucho el ritmo. Hablo con Giovanni para que no me espere y prosiga, pero el amablemente baja su ritmo y me acompaña sin dudarlo. El calambre se va pasando, pero no puedo subir mucho la exigencia, pues cada vez que lo intento noto una advertencia de la pierna diciéndome: cuidado que estoy cansada, no vayas más rápido.
Se escucha a lo lejos la megafonía, de ver la meta, pero no llegamos a ella tan pronto como parecía y se nos está haciendo interminable. Hemos logrado pasar los cortes con tiempo suficiente, así que ponemos un ritmo constante aprovechando que el camino es amplio y llano para llegar tras unos kilómetros a la ansiada meta. De nuevo abrazo y gratitud por la compañía. Descansando ya están los ganadores tanto masculino como femenino y en breve llegan las primeras parejas que corren juntos. Hora de elongar muy despacio y con cuidado mientras esperamos la salida del bus con retorno a Riaño. Estoy muerto de cansancio, seguro esta noche me duermo sin darme cuenta.
Mis amigos me tienen una sorpresa, vamos a ir a una cercana localidad a comer un “chuletón” y la boca se me hace agua, más con el hambre que tengo ?. Lo acompañamos con una copa de vino, ensalada y mucha agua.
La Etapa 3 con una distancia de 22,7 km, tendrá su salida a las 10:00 el Domingo 23 de junio en la localidad de Salamón y Meta en la localidad de Riaño.
Tiene una distancia de 22,7 km un desnivel de 1.391 m+ y 1.330 m-.
Sobre esta última etapa dicen que es la más tranquila, pero de eso nada, el cuerpo lleva encima 67 kilómetros, muchas horas corriendo y desnivel acumulado, el cansancio se nota. De nuevo será un día soleado en el que nos espera una carrera rápida y la subida al Gilbo. Se da la salida y todos salen corriendo muy rápido, menos yo que voy a mi ritmo, bastoneando y a paso constante. Los primeros kilómetros apenas tienes desnivel y es hora de correr si las fuerzas te aguantan, aunque no es mi caso porque voy con las fuerzas justas para hoy, aunque la mente la tengo enfocada y vislumbrando la ansiada meta como objetivo. Llegando al primer avituallamiento, me alcanza Jonathan Bola, un gran tipo con una tremenda historia. ¡Esperameeeeee Jonathan, que has salido como una bala! Le alcanzo a los pocos metros y juntos comenzamos la última subida, otro kilómetro vertical hasta la cima del Gilbo. El terreno tiene mucha piedra y varias fuentes, en las que paramos para mojar la gorra, la cabeza y todo lo que podamos porque es el día más soleado de todos. Últimos metros de subida y la cosa me pone más dura, es hora de guardar los bastones y usar las manos para acceder a la cresta del Gilbo, una zona no apta para cardiacos o con miedo a las alturas. Conmigo va un corredor del sur, con quien he compartido también varios kilómetros y me dice que le da miedo esa zona. En un instante aparece un voluntario y entre ambos le acompañamos a cruzar el filo para que esté más resguardado. No hace aire, pero una mala pisada te puede hacer caer muchos metros al vacío. Alcanzo la cima y tras de mi llega el corredor sureño y Jonathan con quien gritamos como locos, hacemos unas fotos y comenzamos a luchar con la última bajada, muy pronunciada al inicio y más llana y corredera al final. Se termina la bajada y quedan apenas dos kilómetros para llegar a meta. Aprieto todo lo que puedo, llego al estrecho paso peatonal del puente y logro pasar a varios corredores. Me siento con fuerza y con la energía que te da el escuchar la música de fondo, sigo luchando y aumentando, voy con todo lo que me queda, a más no poder y para rematar, para llegar a meta hay que subir muchas escaleras en las que aprovecho para adelantar a dos corredores. Cruzo la meta, levanto los brazos, estoy contento, sonriente, cansado, adolorido y con el alma llena de ilusión por cumplir este reto, el más duro al que me he enfrentado. Van llegando más compañeros de carrera, llegan las felicitaciones y abrazos con todos, es hora de comer, beber, de disfrutar del fin de fiesta, de despedirme de toda esa gente a quien he conocido estos días, de felicitar al argentino Santos Gabriel Rueda por su victoria en chicos y a la polaca Aleksandra Sadlo, ganadora femenina y con quien también compartí varios kilómetros en estos tres días.
El siguiente reto comienza hoy mismo, dando ese merecido descanso al cuerpo, visitando a los amigos, familia, compartir con ellos, una boda en unos días y retornar a Chile el domingo.
Sobre El Autor
Diego Hernández
Loco e inquieto, viajo por el mundo con la excusa de correr.