

Ushuaia Trail Race
Fecha: Sábado 25 de marzo 2017
Lugar: Ushuaia
País: Argentina
Distancia: 25K
Un día normal de esos en los que me pongo a mirar carreras por todo el mundo, para conocer y aprender de esos lugares no conocidos, encontré una carrera de trail nueva la cual se realizará en la ciudad de Ushuaia, Argentina, a la altura del Cabo de Hornos, siendo la localidad más austral del mundo, frio asegurado. El año pasado, 2016, corrí en Ultra Fiord con mucho frio, nevando y con un clima duro los días de la carrera, por lo que me dije: peor que ese día no será, así que me inscribo sin dudarlo.
Van pasando las semanas y cada día la organización va dando más detalles sobre los circuitos, la climatología, el transporte, elementos obligatorios y los recomendados. Van haciendo su trabajo añadiendo más datos, colaboraciones, descuentos en el pasaje con Aerolineas Argentinas, etc.. Me sorprendió el gran apoyo de tantas instituciones y auspiciadores, bravo por ellos.
Llega el día de partir, me espera un largo viaje de noche con escala en Buenos Aires, 5h30m, donde el cuerpo se resentirá, así que aprovecho a dormir todo lo que puedo y me duermo como siempre antes de despegar, con mis gafas de sol, el polar, mi música y el hattruck de Santiago Mountain Running Co.
Ushuaia me recibe de madrugada con 5° pero sin viento, lo cual agradezco. Dejo las cosas en el hospedaje, desayuno y al rato salgo a trotar a probar como estoy tras recuperarme días antes de mis contracturas de sóleo. Todo perfecto, estoy contento, podre correr.
Voy a retirar el kit de competidor, se me olvida el casco y voy corriendo por el antes que parta el bus de acercamiento. ¿Nervios? claro, en todas las carreras los tengo, como si fuera la primera, eso me mantiene alerta y concentrado.
El lugar de entrega, un hotel con una de las vistas más bonitas que he visto en mi vida, me quedo impresionado. Los voluntarios se acercan amablemente, se presentan y me dan dos besos, muy familiar, como si nos conociéramos de antes, con una sonrisa y me alegro. Foto de rigor en el photocall que no falte. Hora de turisteo, así que hago un trekking de 4 horas a la laguna Esmeralda, otra maravilla de la zona, fácil de llegar y llena de colores otoñales, muchos contrastes para el deleite de la vista.
Dia de la carrera:
Amanece ventoso y salgo con la parca de plumas. Llegado al lugar de largada, se nota el ambiente, van llegando los corredores de los 42K embarrados, cansados y mojados, el amanecer cerca del glaciar Martial ha hecho de las suyas en la noche, menos mal que el viento cesa y el inicio es entre árboles. Llevo todo, polera térmica, segunda capa, impermeable en la mochila, alimento, agua, kit de emergencia y elementos obligatorios, me coloco las polainas, el casco y comienzo a calentar, en el sol se está bien, en la sombra me hielo.
Minutos antes hay mucha gente apoyando en la salida, amigos, familiares, voluntarios, nos encajonamos y partimos con un kilómetro cuesta arriba donde el grupo de alarga. Logro pasar esa subida a buen ritmo, mi sóleo no se resiente. Tocan 12 kilómetros de descenso con alguna subida, esto se me da bien, soy rápido, pero no apuro porque sé que lo duro llegará desde el kilómetro 13 con la subida hasta el 20, luego es más llano. Voy tranquilo y en un momento llego a un paso de turba que nunca he pisado, doy unos pasos y se me atora la zapatilla enterrada en el barro, tengo que sacarla, calzarme y proseguir. Menos mal que pasó rápido y de fácil solución, pero al rato, tras salir del bosque, otra vez un paso por turba y me se atora la otra zapatilla hasta media pantorrilla. Espero que no existan más pasos donde pierda la zapatilla, me pone nervioso no saber donde piso.
Llega la hora de la verdad, la subida bien técnica, larga, entre los árboles y raíces me esperan los siguientes 3 kilómetros. Saco los bastones y me preparo para afrontarlo, no sin cansancio acumulado, le di más rápido a mis piernas en el llano sin darme cuenta. Veo a alguien delante, a pocos metros, cuando un voluntario me dice, «ánimo vas octavo, tienes al séptimo muy cerca». Eso me anima y aumento el ritmo, cada vez le veo más cerca, más cerca y justo en la cima logro alcanzarle.
Es hora de poner cuidado, llega la bajada de 10 kilómetros, me alimento, bebo más agua y comienzo a bajar, con cuidado, pues igual que en la subida, discurre por bosque, lleno de raíces y lugares resbaladizos. La pronunciada bajada se transforma en suave, paro en el último puesto de hidratación, lleno un bidón de agua y salgo como rayo, recargado de alimento y agua, mi cansancio desaparece, necesitaba agua y comida. Un momento, veo gente que se devuelve y me pregunta que están perdidos, no ven puntos de marcaje. Me paro, grito, subo a la parte alta para buscar, no damos con el camino, pero tengo que elegir entre uno de los dos. Por suerte encuentro la marca y grito para que me sigan. Tan sólo he parado 2 minutos, marchaba tan rápido que me olvidé de buscar las cintas de marcaje, menos mal que ya sólo hay un camino. A lo lejos veo gente, niñas animando con su familia, toca cruzar un rio helado hasta la rodilla, pero hace sol y las zapatillas y calcetas dispersan rápido el agua. Vamos Diego, sólo restan unos minutos, pon lo que queda por ver si alcanzas a alguien. Último giro, llego a la playa, llena de piedras y arena apenas corro y prefiero caminar. Veo la meta, escucho música, avanzo alegre, cruzo un roquerío y llego a la meta. Mercedes Olavarria, una gran corredora de Trail, es la encargada de la animación y me recibe con mi nombre, pero no sólo el mío, si no el de todos y cada uno de los participantes. Medalla al cuello, toca reponer energía, beber mucha agua y elongar todo lo que puedo, mientras me quedo en la meta animando a los corredores que van llegando. Pregunto por mi puesto y me dicen que llegué 7° de la general y 2° de mi categoría, que alegría, no me lo esperaba. La animación y gente está genial, los puntos de abastecimiento fueron suficientes, la organización hecha por Javier Austin ha sido muy buena para ser la primera edición.
En la noche llega el baile y la entrega de medallas, es hora de distensión y de relajo, fotos y compartir vivencias de la ruta. Me entregan un medallón bien bonito y grande. Se que es sólo un presente que se otorga por el trabajo bien hecho y que se me olvidará en unos días, pero el viaje, el conocer nuevos lugares, los paisajes, los colores, la gente y todo lo que rodea a esta carrera nunca se me olvidará.
Sobre El Autor
Diego Hernández
Loco e inquieto, viajo por el mundo con la excusa de correr.