Como amante de la naturaleza, las montañas de los Andes me permitían hacer trekking y conocerme tremendos lugares llenos de colores, unos más secos y rocosos, otros más frescos y verdes.

Uno de esos días vi a una chica correr como loca cuesta arriba y luego cuesta abajo. Decidí hablar con ella para saber por qué corría en altura, pues estábamos a más de 3.000msnm. Era Rosita Rojas, una corredora peruana que me ilusionó por este nuevo deporte en el cual comencé con ella en 2015.

Poco a poco perdí el miedo a caerme y con ello aumentó mi confianza y velocidad. Carreras cortas de 10, 15, 20 y 30, durante los primeros 3 años me animaron a intentar distancias más largas, 50, 62, 80 y 100km. Estoy seguro que algún día intentaré las 100millas.

Un descubrimiento para mi, una invitación de mi amigo soriano Tomás, cuando vivía en Madrid. Al dejar el basket y mudarme a la ciudad no encontraba motivación deportiva y sin darme cuenta llegó. Fueron dos años donde entrenaba solo y me juntaba con los amigos los fines de semana en cualquier carrera. Yo era el más lento pero no me importaba. Fueron 5km, luego 10 y poco antes de correr los 21km de Madrid caí lesionado.

Volví al asfalto en Chile, donde Cucho me enseñó mucho y quien me sacó todo lo bueno y con quien aprendí a correr de verdad. Yo le dije que solo se correr como un niño tras una pelota 🙂